Para nosotros cristianos, la actitud del Papa nos deja perplejos porque es de la esencia de la fe cristiana perdonar y rezar como el pobrecito de Assis: “Donde hay ofensa que yo lleve el perdón”. No queriendo perdonar, el Papa legitima a todos aquellos que no quieren pedir perdón ni en la vida cotidiana, ni a los negros que esclavizamos por siglos, ni a los sobrevivientes de los indígenas que diezmamos. Si el Papa no hace oficialmente un acto de disculpa, nos da un mal ejemplo. No cumple el mandato del Señor de “confirmar los hermanos y las hermanas en la fe”.
El Papa no debe pedir disculpa: nadie lo obligó a decir lo que dijo, fué un acto de propia voluntad de una persona libre y en plena poseción de sus facultades mentales; la culpa (culpa: palabra cargada de connotaciones cristianas que reemplaza a la palabra "responsabilidad") es claramente suya.
El Papa lo que puede y debe hacer es pedir perdón... si esta arrepentido claro.
La disculpa es el último refugio de los que no quieren pedir perdón.
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